6.15.2009

Antonio Tormo - 20 grande éxitos


Si bien es un blog dedicado al rock mendocino, no queremos auto limitarnos y queremos ofrecerles al mítico Antonio Tormo, un rockero haciendo folcklore.

Antonio Tormo nació el 18 de setiembre de 1913 en Gutiérrez, Departamento de Maipú y para hablar hoy de Tormo es preciso recordar lo que sucedía en nuestro país a fines de la década del 40. El gobierno había generado trabajo, sueldos dignos y la posibilidad de viajar, desde cualquier provincia, a Buenos Aires, ciudad vista desde el interior como la Meca de la diversión, el placer y el progreso al alcance de la mano. La invasión de los "cabecita negra" era, así, inevitable. Y entre ellos llegaba Antonio, paradójicamente rubio y con los ojos del color del cielo, pero cabecita al fin, signado por el acento, la gracia, la sencillez y un corazón obrero que lo superaba, porque le venía en la sangre, a través de dos inmigrantes valencianos, conchabados en las viñas del departamento de Maipú, en Mendoza.

En la Gran Ciudad, los hacedores de "éxitos" musicales -gerentes de compañías discográficas con sus centrales en otras tierras- estaban a las órdenes (como hoy) de los gustos y las conveniencias de sus patrones: "fox-trot", "cha-cha-cha" y románticos boleros caribeños asimilados por los vencedores de la Segunda Guerra que, por supuesto, no querían más "pálidas".

-Usted tiene muy linda voz -le dijeron al cabecita adolescente, mientras estudiaban como "vender" la facha: blanco, rubio y de ojos celestes-. Cante cha-cha-cha y fox-trot y el éxito estará asegurado.

-No, señor -respondió el rebelde adolescente podrido de viejos vinagre-. Yo soy de Cuyo, canto valses, tonadas y cuecas. O canto lo que yo sé cantar o no vuelvo a grabar ningún disco.

Mientras tanto, la picardía y la necesidad de comer lo llevaron a conchabarse en emisoras de moda, desde las que su voz llegaba hasta el oído de otros "cabecita" que pululaban por fábricas y barrios alejados; lo que luego sería el poderoso conurbano. Detenían sus labores para oír esa voz dulce y brillante que no venía a contar "la última noche que pasé contigo" sino a aceptar que "linyera soy/lo que tengo lo presto o lo doy". Cantaba en criollo y, aunque seducía con trovas amorosas muy bien seleccionadas ("Buscaba mi alma con afán tu alma/buscaba yo la virgen que mi frente/tocara con sus manos dulcemente/en el febril insomnio del amor..."), reflejaba (hoy sabemos que intuitivamente) el proceso de inmigración interna, con su carga de nostalgia, desarraigo y lejanía: "Cuando salí del pago/le dije adiós con la mano/y se quedó mama vieja/muy triste en la puerta el rancho...")

Elegía historias que lo conmovían, nacidas de la pluma de poetas que, como él, sabían de la impotencia de ser un soñador con primos ricos en medio de tanto harapo: "déjame con mis harapos/son más nobles que tu frac...". Era -por radio- la voz musical de los que comenzaban a descubrir las resonancias de las voces colectivas y los resultados de levantarlas cuando era necesario.

-Quiero grabar un chamamé -dijo el rebelde cabecita, intuyendo la principal tendencia de la inmigración interior, es decir, la del orbe guaranítico, con los paraguayos a la cabeza: "Esta noche que hay baile/en el rancho e la Cambicha/chamamé de sobrepaso/tangueadito bailaré..." Cantaba a Millán Medina (un Discépolo correntino) por olfato. Tres millones de placas vendidas en un país con diez millones de habitantes. Un disco cada tres personas.

El mito estaba instalado. El joven adolescente había logrado cambiar algo. Era un rockero, para decirlo en el idioma de hoy. Admirado por sus pares y adorado por un pueblo que, con cuarenta centavos, podía resolver todas sus inquietudes de oxigenación cultural. Félix Luna lo cuenta así: "A tal punto quedó identificado Tormo con los cabecita que a estos los llamaban "20 y 20": 20 centavos para una porción de pizza y 20 centavos para escuchar un disco de Tormo en las máquinas tragamonedas de algunos comedores populares".

Llegó el año 1955 con la "intelligentzia" montada en los tanques y los aviones pagados puntualmente por aquellos cabecita con su trabajo. La voz del "cantor de las cosas nuestras" se apagó en las radios y en los escenarios. Todo un símbolo para un pueblo que retornaba a la disfonía colectiva.

No fue suficiente silenciarlo en las emisoras. Era necesario terminar con el mito. Por eso la compañía discográfica decide romper las matrices de las grabaciones de Tormo. Es que se pensaba que aquella "ààà", con el apoyo de tanques y aviones, era un modelo perdurable para estas tierras. ¿Para qué guardar, entonces, matrices de grabaciones de un cantor que canta para gente que ya nunca volverá a ser protagonista?

Los simulacros de democratización que vinieron luego lo encontraron retirado, con "perfil bajo", como se dice hoy. Ya entrada la década del 80, Tormo salió a caminar el país con sus canciones para recuperar su espacio. Tenía en esos momentos setenta años y generaba anécdotas como esta:

“Yo vine a escucharlo porque fui muy admiradora del ‘padre’ que cantaba cuando yo era muchacha. Vamos a ver si ‘el hijo’ canta igual de bonito.” Una madura señora puntana explicaba así la permanencia de un nombre en la memoria popular: Antonio Tormo, el mismo de las emociones de los años 50.

En estos últimos años se le rindieron homenajes y se lo declaró ciudadano ilustre de San Juan, donde vive parte de su familia. Allí se lo ha designado, además, "Benefactor de la Cultura", otorgándole una pensión vitalicia. En Las Heras, Mendoza, una calle del distrito Panquehua lleva su nombre.

Pero el mejor homenaje que se le puede rendir es el de reconocerlo, cuando ya nos inquieta un nuevo siglo, como el único cantor con vida representativo de una Nación que pudo ser y no fue; la voz de una comunidad que se debe a sí misma un nuevo viento que venga a cambiar algo con pureza adolescente, con calidad y, sobre todo, con una fuerte conexión al país real.
Nota de Diario Los Andes.

La banda de antonio torno es (una de tantas)
Guitarrón y ritmo: Carlos Aguilar, de San Rafael, Mendoza.
Arpa: Roberto Tito Uballes, de Buenos Aires.
Guitarra y arreglos: Domingo Tejada, de Caucete, San Juan.
Segunda guitarra: Daniel Corrado, de Buenos Aires.
Antonio Tormo: guitarra y voz.


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Los temas:
1- La canción del linyera
2- Manos adoradas
3- Mis harapos
4- Feliz cumpleaños Mamá
5- Cancion para mi pueblo joven
6- Puentecito de mi rio
7- Así es mi rancho
8- Mis desengaños
9- Quema esas cartas
10- Así cantaba un cuyano
11- Un placer
12- Flores para mi madre
13- Qué voy a hacer con este amor
14- La lechuza
15- La entrerriana
16- Me olvide de tu nombre
17- Tu diagnostico
18- No llores
19- Desde entonces
20- Tu vieja ventana

Tamaño: 90.2 Mb
128 Kb/s - 41000 Mhz
Estilo: Folklore
Año: Compilado del año 1996

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